La neutralidad de carbono se ha convertido en una promesa común en las estrategias de sostenibilidad de empresas, gobiernos e instituciones. Sin embargo, cuando estas metas no están respaldadas por planes sólidos y verificables, corren el riesgo de convertirse en simples herramientas de marketing que restan credibilidad al compromiso climático. 

De acuerdo con organismos internacionales como la ONU y la Agencia Internacional de Energía (IEA), alcanzar el carbono neutro no es solo una declaración de intenciones, sino un proceso complejo que implica transformaciones reales y profundas en los modelos productivos, el uso de energía y la gestión ambiental. 

¿Objetivo real o meta inalcanzable? 

Al proyectar metas de carbono neutro a 2030, una fecha cada vez más cercana, muchas organizaciones, en consecuencia, enfrentan el dilema de definir si estas declaraciones están, en efecto, fundamentadas en trayectorias reales de descarbonización o si, por el contrario, simplemente buscan posicionamiento reputacional.

En este contexto, la clave está en traducir el compromiso en una hoja de ruta técnica, transparente y basada en ciencia. Es decir, no se trata de eliminar las emisiones por completo, sino de reducirlas significativamente y, además, compensar las inevitables con mecanismos válidos y auditables.

¿Cómo se construye una meta de carbono neutro creíble? 

Los compromisos climáticos deben estar fundamentados en tres elementos esenciales: 

  1. Reducción prioritaria:
    La neutralidad de carbono debe partir de un esfuerzo por reducir al máximo las emisiones propias. Esto incluye eficiencia energética, cambio de combustibles, rediseño de procesos y suministro sostenible.
  2. Compensación responsable:
    Solo las emisiones residuales deben ser compensadas. Esta compensación debe hacerse mediante proyectos reales, adicionales, verificables y permanentes, como los registrados bajo estándares como VCS, Gold Standard o los respaldados por programas nacionales de carbono.
  3. Trazabilidad y verificación:
    Cada paso hacia la neutralidad debe ser trazable, documentado y preferiblemente validado por terceros. Herramientas como la PAS 2060 y la futura ISO 14068 ofrecen marcos robustos para este propósito.
Señales de alerta: ¿cuándo una meta de carbono neutro puede ser greenwashing?

  • Metas sin plan de acción concreto: 
    Prometer “carbono neutro para 2030” sin explicar el cómo, cuándo y con qué recursos se cumplirá. 
  • Dependencia excesiva de compensaciones: 
    Utilizar la compensación como única vía, sin esfuerzos reales por reducir emisiones. 
  • Falta de transparencia en datos: 
    No publicar la huella de carbono base, no actualizarla anualmente o no contar con auditorías externas. 
¿Y qué se puede hacer desde ahora?

  • Establecer una línea base confiable: 
    Medir la huella de carbono organizacional o de producto siguiendo metodologías reconocidas (como ISO 14064 o GHG Protocol) y definir el año base. 
  • Diseñar una estrategia climática integral: 
    Incluir metas a corto, mediano y largo plazo, con acciones específicas, responsables asignados, presupuestos y monitoreo continuo. 
  • Invertir en capacidades técnicas y formación interna: 
    La sostenibilidad no puede ser solo un tema del área ambiental o de marketing. Toda la organización debe comprender y contribuir al objetivo. 
Apostar por el carbono neutro es posible… si se hace bien 

Más que una promesa de marketing, la neutralidad de carbono debe ser un compromiso técnico, estratégico y ético. Las organizaciones que asuman este reto con seriedad no solo contribuirán a un futuro bajo en carbono, sino que también se posicionarán como actores responsables, resilientes y competitivos en el nuevo entorno económico y ambiental.